Hace unos días mi perro, un Bulldog Fránces, y yo fuimos a un evento canino. Le puse guapo con su mejor collar, bañado y cepillado. Nos dimos una vuelta, cotilleamos, él hizo unos «pises», se hizo amigos…cosas de perros. No sabíamos que había perritos con tos de perrera.Y volvimos a casa cansados después de tanto paseo.
Unos días más tarde noté que empezó a carraspear, como si quisiera quitarse algo de la garganta. Al principio creí que sería una pelusa o algo que habría olisqueado y le dí agua y algo para que pasara el trago. Pero la carraspera se convirtió en tos seca. Una tos que le hacía hacer esfuerzos y echar flemas. No quería jugar, no ladraba porque estaba afónico, estaba como triste. Esa noche no dormimos nada ninguno de los dos. Él no paraba de toser y parecía que se iba a ahogar y yo no hacía más que levantarme y acariciarle para que se calmara.
Al día siguiente llamé al veterinario, el paseo era un suplicio porque paraba cada dos por tres a echar flemas. Por fin llegamos, en la sala de espera otro ataque de tos.
Nada más verlo y tocarle la garganta me dijo que tenía tos de perrera o traqueobronquitis infecciosa canina. Que no era grave, pero era muy escandaloso porque tosía mucho y por la noche se hace más persistente.
Esta se contagia por vía aérea, por el contacto nariz con nariz de perros. Está asociada a lugares donde la concentración de población canina es alta, como las guarderías, las perreras (como el propio nombre indica)…
Se inflama la parte más alta de las vías respiratorias, por eso mientras está convaleciente hay que dar paseos con arnés en vez de con collar, para que no presione esa zona. Le auscultó el pecho le puso una inyección y le recetó 3 dosis de azitromicina acordes al peso.
Esa noche la pasó mucho mejor, la azitromicina parece que le gustó porque se relamía. Se quedó afónico y no podía ladrar ni gruñir.
A los tres días estaba perfecto, corría, venía con sus juguetes, saltaba, lloraba cuando no le hacías caso, era el perro de siempre.
Fotos de flickr:
– Jody Lee